7 pueblos, 7 almas

Tinença de Benifassa

La Tinença de Benifassà. 7 pueblos, 7 almas, siete historias y una sola realidad: el amor a esta tierra.

Cogemos el coche mi hija y yo dirección a la Sénia. Autopista, camiones, fábricas, naves industriales, gasolineras, peajes, asfalto y más asfalto y el traqueteo del motor.

Dejamos la monotonía y vamos dirección a la Sénia. Parada obligada si queréis conocer la ingeniería árabe y el agua. Pasada la población, de repente, la carretera secundaria se va elevando.

Nada nos hace pensar que el destino nos sorprenderá gratamente. Dejas la tierra baja y metro a metro entras en un nuevo mundo, indómito y salvaje. Con tanta naturaleza, ya tienes ganas de dejar el coche, de pisar y sentir la voz de este paraíso.

De forma sutil, el espíritu de esta tierra nos eleva hasta tocar el cielo. Es cuando te das cuenta que has llegado a destino: El Boixar, La Tinença de Benifassà.

La Tinença de Benifassà
Vistas de La Tinença de Benifassà

Imponente la primera imagen del pueblo. De lejos, se divisa una hilera de casas en el regazo de la montaña, mirando al sur, como si quisieran dar la bienvenida al viajero.

Las piedras hablan de un pasado lejano, con vida en la calle, con hombres y mujeres trabajando la tierra, de ganado paciendo, de una iglesia en pie reuniendo la comunidad. Ahora, el alma de este pueblo la mantiene Joel.

Desde La Casa Refugio el Boixar, es él quien nos atiende. Buen cocinero, buen conocedor de esta tierra, buen guía, pero sobre todo, mejor persona. No os defraudará, siempre estará pendiente, como un ángel de la guarda, de vuestro camino.

Es en este pueblo y en este refugio es dónde Joel comanda la ruta de los siete pueblos. Compartimos mesa con excursionistas que querían hacer la ruta El Boixar-Beceite. De la manera que hablaban y de cómo se dirigían a Joel, parecía que la ruta ya lo habían hecho otras veces. La conversación me sedujo tanto que me abrió el deseo de hacerla.

Una vez cenamos y antes de ir a dormir, él nos explica, con todo lujo de detalles, la ruta y los lugares de interés. Nos planifica los atajos y las rutas alternativas por si tenemos que hacer vía en caso de lluvia.

La Tinença de Benifassà
Vistas de la llanura desde El Boixar

Primer tramo: El Boixar- Coratxà- Castell de Cabres:

Cómo no teníamos donde dormir en Castell de Cabres, Joel se ofreció a recogernos alrededor de las dos del mediodía y dejarnos en la casilla de salida. Al día siguiente nos volvería a dejar, sobre las siete de la mañana, en el mismo pueblo. Es de agradecer tanta disponibilidad.

No hay soledad más grande que salir a primera hora de la mañana, cuando todavía es oscuro, de un pueblo abandonado. La historia, aunque muda, nos mira. Las piedras de las casas son el testigo de una vida pasada, dura y sacrificada. El silencio es total pero la sensación de un tiempo pasado es conmovedor.

Con los primeros pasos ya nos equivocamos de camino. No mucho, por suerte, la hija enseguida corrigió el camino y no tardamos en hacer vía. Su intuición y el navegador del móvil nos llevaron, en poco más de una hora, a Coratxà.

Las pocas almas están trabajando en el campo o vigilando el ganado que pace en las afueras. El único que nos recibe es un perro ladrador con ganas de jugar. Diría que los vecinos lo han dejado para que guarde el pueblo.

La Tinença de Benifassà
Plaza mayor de Coratxà

La plaza está rodeada por pocas casas, donde una fuente y el reloj de la fachada del ayuntamiento, marcan el paso del tiempo. Nos reponemos unos minutos y aprovechamos para hacer unas cuántas fotos.

Retomamos el camino por una pista forestal. Llegamos a una bifurcación donde un indicador nos señala el camino hacia el mirador de Mitja Vila. Cómo vamos bastante bien de tiempo, la hija no duda en aprovecharlo para ir. Ya nos lo había recomendado Joel y bien es cierto que vale la pena desviarse del camino. Desde el mirador dominamos buena parte de la provincia de Teruel. Deshacemos el camino, y volvemos a coger el camino original. Vamos cresteando y pasamos por una reserva micológica. Como buen cazador de setas miro si veo alguno. Nada, a pesar de ser octubre, la tierra está bien seca.

Cuando dejamos el bosque, se apuntan a la excursión un buen puñado de buitres. ¡Qué impresión! Planean a poca distancia de nuestras cabezas. Los más de dos metros de envergadura impresionan. Da la sensación que quieran cogerte he por los cabellos. Nos siguen un buen rato, el justo para poderlos contar. Coincido con la hija, llegamos a contar doce buitres haciendo círculos y observando el terreno.

La Tinença de Benifassà
Vistas desde el Mirador de Mitja Vila

Llegamos a un cruce: dirección sur directo a Castell de Cabres, dirección oeste, directo a la Ermita de Santo Cristòfol. Decidimos ir dirección sur, ya hicimos un extra al desviarnos al mirador de Mitja Vila.

Dejamos de crestear a 1200 metros de altura y afrontamos la bajada. Sin ser de excesiva pendiente el camino es agradable. De repente, la hija que siempre va delante, se para en seco, y en voz queda me dice, “mira, cerca del cortijo abandonado”. Un pequeño rebaño de cabras salvajes estaban paciendo por el entorno. No tardaron demasiado en notar nuestra presencia y con la rapidez que los caracteriza, desaparecieron. 

Poco antes de llegar a Castell de Cabres nos encontramos una lápida. Es bastante tenebroso encontrarte en medio del bosque un recordatorio funerario. Está a nombre de “Cristobal Gil Segura”. A partir de aquí es todo subida hasta llegar al pueblo.

Antes de tocar el asfalto, abrimos una valla de ganado y justo en este momento coincidimos con un hombre. Nos saludamos y, como si fuéramos del pueblo, nos pregunta si hemos visto una vaca. Sorprendidos por la pregunta le contestamos que no.

Llegamos al pueblo por la parte del Castillo, que con suficiente trabajo mantiene alguna pared recta.

El pueblo tiene más almas de las que hemos dejado atrás. La iglesia, la fuente y el ayuntamiento son las piezas principales que rodean la plaza. Cómo no puede ser de otra manera nos sentamos y descansamos en el soportal, donde hay un pozo de agua.

La Tinença de Benifassà
Llegando a Castell de Cabres

Mientras nos sacamos las botas para enfriar los pies vemos pasar de nuevo el hombre que buscaba la vaca. Nos saluda de nuevo cómo si ya fuéramos vecinos de siempre. Es lo que tienen los pueblos pequeños. Cómo nos queda una hora antes de que nos venga a recoger Joel, aprovechamos para echar un ojo por el entorno. Con hacer dos calles ya lo tienes todo visto. Volvemos a la plaza y vemos que no estamos solos, ¿unos alemanes y unos coreanos? Están haciendo fotos a la iglesia. Comentamos que habrán venido de Morella a hacer turismo por estos pueblos de la Tinença de Benifassà.

Comemos unos cuántos frutos secos y sin darnos cuenta llega Joel.

Volvemos a la casilla de salida.

Segundo tramo: Castell de Cabres- Bel- Pobla de Benifassà:

Antes de cenar preparamos, junto con Joel, esta etapa. La hija y yo ponemos mucho interés en que nos explique los atajos que hay, se pronostican fuertes lluvias.

Una vez cenados vamos a dormir. Tenemos que estar muy descansados, puesto que la ruta que haremos es la más larga y la de más desnivel acumulado.

A las siete de la mañana Joel nos vuelve a dejar en Castell de Cabres.

Con una linterna vamos avanzando despacio. Por suerte, el camino no tiene pérdida. Atravesamos la carretera y seguimos una pista forestal. El día ya se ha despertado, pero de forma legañosa, con ganas de fastidiar.

La hija, con el GPS del móvil, va abriendo camino. Alguna pequeña distracción nos hace recular unos pasos atrás. Nada que nos haga perder tiempo. Llegamos a unas runas bastante importantes, donde la mano humana ha construido terrazas de pared seca. Vamos andando un buen rato sin encontrar ninguna señal. ¿Nos hemos desviado? El GPS del móvil dice que sí. Como rastreadores, buscamos alguna marca. Nada, todo parece igual dentro del bosque. Para no perder más de los quince minutos invertidos buscando alguna marca, decidimos subir montaña arriba y tener más perspectiva de la situación. Es una manera de orientarse y encontrar la salida. Llegados a la cumbre, vemos los hitos, uno indica el camino hacia la Pobla de Benifassà y el otro a Bel.

La Tinença de Benifassà
Mas de les Pruneres

En este punto, la negrura del cielo se desprende y un aguacero como nunca había visto, nos obliga a hacer atajo. Por suerte traemos ropa que no traspasa el agua, pero esto no quita la incomodidad de andar en estas condiciones. Dada la situación, descartamos ir hacia Bel y cogemos el atajo, camino hacia Benifassà.

A paso lento y chapoteando, voy pensando si los amigos fundadores de Castelló de la Plana: Tombatossals (gigante de carácter bueno), Arrencapins (forzudo), Bufanúvols (el soplador), Cagueme (el voluntarioso) y el Tragapinyols (el escatológico) estaban jugando con nosotros. De vez en cuando paraban y dejaban de molestar un rato, el tiempo justo para expulsarnos el agua de encima. El juego duró poco antes de llegar a Benifassà, supongo que no querían ser vistos. Nos despedimos de tanta burlesca compañía y entramos en al bar a recuperar fuerzas. Una cerveza, pan con tomate y un poco de embutido será nuestra comida.

Una vez preguntada la dirección, nos dirigimos hacia el Albergue la Font de Lluny donde nos esperan con los brazos abiertos.

Nos duchamos, enjugamos la ropa como podemos y hacemos una pequeña cabezada hasta la hora de cenar.

Bajamos al comedor y vemos a Pili y a Teresa, las almas del albergue, ¡Hablando con Joel! ¡El alma del Boixar! ¡El ángel de la guarda de la ruta! Estaba preocupado y quería saber si habíamos llegado sanos y salvos. Al vernos se alegró. Le explicamos la aventura de la lluvia y que no nos atrevimos a ir a Bel. Que lo dejábamos como reto pendiente. Se despide no antes de volvernos una botella de agua que nos habíamos dejado en El Boixar. ¡Siempre tan pendiente!

Nos entablamos y escogemos los platos que nos ofrecen. Bien cenados y reconfortados queda en anécdota lo empapados que habíamos quedado.

Charlamos un poco más con las anfitrionas antes de ir a dormir y les preguntamos si nos pueden dejar preparados unos bocadillos para el almuerzo, puesto que queríamos levantarnos bien temprano.

Tercer tramo: Pobla de Benifassà – El Ballestar – Fredes:

Con el almuerzo en la mochila, cogemos la carretera que nos tiene que llevar a El Ballester. Detrás dejo una sensación de cierta culpabilidad, la lluvia nos privó de poder disfrutar de los callejones de la Pobla de Benifassà. Pero me llevo algo más valioso, la amabilidad de la gente y en especial el trato cariñoso que nos dispensaron Pili y Teresa.

Los dos kilómetros que separan Benifassà del Ballestar los hicimos por carretera. Las luces de los coches, que pasaban de vez en cuando, nos ayudaban a no tropezar. Eran alrededor de las siete de la mañana y los coches que nos pasaban seguro que iban a La Sénia o incluso a Vinaròs a trabajar.

Subimos el pequeño montecito donde está enclavado el pueblo de El Ballestar. Empieza a amanecer y en pocos pasos lo dejamos atrás.

Apenas bajar, para ir a buscar los estrechos del Ballestar, nos sorprende una cabra salvaje. Era un ejemplar portentoso, seguramente un macho, vimos como salía del pueblo. Lo seguimos con la mirada hasta que se perdió de vista. Nosotros seguimos andando hasta llegar al camino que recorre todo el estrecho y que lleva al embalse de Ulldecona. Bufanuvols fue compasivo y nos regaló un día espléndido, un sol radiante. En este tramo de recorrido nunca había visto tantas cabras salvajes y de todas las medidas. Nos estuvieron siguiendo, desde arriba del estrecho, durante un buen rato. ¡Era un espectáculo! Nos dejaron de hacer compañía cuando faltaba poco para llegar al pantano.

La Tinença de Benifassà
Embalse de Ulldecona

Al llegar al embalse una sensación de repelús, de ahogo, me invade. No sé como explicarlo, pero ver el nivel del agua tanto bajo y su entorno tan árido era como estar en un abismo. Todo ello eran síntomas de la escasez de lluvias.

Reseguimos, por un camino forestal, la cola del pantano. Dejamos una desviación que nos hubiera llevado al portillo del infierno y a Fredes.Ya adentrados en los barrancos cogemos una desviación que nos llevará al Salt de Robert dejando a mano derecha el Barranc de Fou. El camino es de buen transitar y se nota la actividad de reforestación para conservar el entorno. Dejamos atrás un albergue y al poco llegamos al Salt de Robert.

Es un lugar sombrío, de fuerte vegetación donde pequeños bloques de piedra dejan pasar el pequeño riachuelo. El salto de agua, debido a la escasez de lluvias, es un hilo de agua que se desprende desde, calculo, unos 15 metros. Hacemos las fotos pertinentes desde diferentes ángulos. Seguimos el camino con una fuerte pendiente que nos llevará a Fredes. Tenemos que salvar unos 260 metros con bastante desnivel. En algún punto paramos para coger aire y hacer fotos. Por suerte, cuando acabas de subir, el pueblo de Fredes se presenta de repente.

La Tinença de Benifassà
Salt Robert. Nacimiento del río Sénia

Cansados, lo primero que hacemos es buscar donde poder comer. Eran las cuatro y dudábamos si encontraríamos algún lugar. Por suerte, en restaurante que está junto a la iglesia nos sirvieron unos platos combinados. Charlamos con los propietarios del restaurante y aprovechamos para saber donde está Cal Correu.

Andando pocos metros nos plantamos ante la puerta de Cal Correu. Esperamos en un muro de piedra y al poco rato llegó la señora del albergue, Fanny.

Me podría alargar mucho sobre el trato que nos dispensó. Atenta, risueña, simpática, abierta, ingeniosa, divertida, sabia, y para rematar, buena cocinera.

Antes de cenar nos preguntó si no nos importaba que estuviera con nosotros frente la chimenea. ¡Por supuesto que no!, contestamos. Encendimos la tele, pero la verdad es que no hizo falta. La conversación con Fanny era tan agradable y divertida que nos pasó el tiempo volando. Mientras ella hacía punto, nos iba explicando cosas de Fredes, de la vida en estos pueblos de Benifassà, también habló de los frutos de su huerto, de la hija que cada día llama desde Alemania, de las nevadas que atrapan a excursionistas y de tantas y tantas cosas que parecía la tía que nos pone al día después de años de no verla. Qué alma tan bonita Fanny.

Sin darnos cuenta se nos hizo la hora de cenar. Agradecemos los exquisitos platos que nos prepara y hacemos la última charla antes de ir a dormir.

La Tinença de Benifassà
Fredes

Cuarto tramo: Fredes – El Boixar:

De todas las etapas, esta es la más corta. Nos despertamos una hora más tarde, cuando ya era de día. Dejando el pueblo atrás y siguiendo un tramo de carretera asfaltada, llegamos a un cruce. Son casi 9 kilómetros de distancia, por lo tanto, nos lo tomamos con mucha calma.

Todavía tuvimos ocasión de ver alguna cabra salvaje, y poderla fotografiar, eso si, de lejos, tienen un oído muy fino.

Siempre que hago la última etapa de una excursión me coge una sensación agridulce: por un lado la pena de dejar un entorno tan maravilloso y por otro, la satisfacción de haber cumplido un reto que, aparte de enriquecer la vista, enriquece también el interior.

La Tinença de Benifassà
Nuevo día en La Tienença de Benifassà

Joel, Pili, Teresa y Fanny representan, en cierto modo, los familiares lejanos que siempre has querido visitar pero que por culpa de los avatares de la vida nunca has tenido tiempo.

Abstraído en estos pensamientos, doy las gracias de poder compartir este pequeño/gran viaje con la hija. Un paso mío ha sido una pasa para ella y un paso suyo ha sido un paso para mí.

El GPS del móvil de la hija ya indica que falta poco para llegar al final. Desde la cima, ya se entreve El Boixar y el coche. Tan sólo queda bajar. En el aparcamiento abro la puerta del coche, pongo la llave en el clausor y empieza el rum-rum. ¿Pero que extraño?, no es el mismo ruido, es un rum-rum más alegre. Yo creo que al coche también le ha sentado bien esta excursión.

Comments
  • Tierra de montañas abruptas, bosques espesos, barrancos profundos, carreteras sinuosas, una rica biodiversidad de fauna y flora y muy pocos habitantes en los pueblos. Estos son los encantos del Parc Natural de la Tinença de Benifassà. Desde Tarragona tenemos tendencia a visitar más a menudo el Parc Natural dels Ports, zona de Catalunya, quizá por tener pueblos más conocidos. Pero si un día decides pasar a zona de Castelló, descubres este pequeño tesoro que es una ruta codiciada por senderistas como vosotros. Confieso que actualmente no podría, pero hace tres o cuatro años, llegamos hasta Fredes y comimos chuletillas en el restaurante al lado de la iglesia; todo en coche. Hoy he recorrido junto a vosotros todos los otros rincones más escondidos. Gracias.

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