Islandia, un viaje de sensaciones
Visitar Islandia supuso un antes y un después en mi manera de viajar. Hace 5 años descubría una isla que presume de naturaleza, de genuina cultura, de posición geográfica y, sobre todo, de una cualidad que la diferencia sobre cualquier otro destino: te obliga a reflexionar sobre la dimensión humana en un entorno de “caprichosa naturaleza”.
El viaje a Islandia se vino mascando durante todo un año de investigación en la universidad. El grupo de estudio viajaba con intenciones de intervenir artísticamente el espacio y darle un significado a la abrupta naturaleza que muchos presentan como los mayores extremos en Europa. Viajábamos, por tanto, empapados de mil y una historias que durante 9 meses nos habían puesto los dientes largos.
Viajar a Islandia en julio de 2011, y repetir en septiembre de 2012, significó entender cómo de diferente puede ser un país tan boreal. Y lo es, sobre todo, por su luz. Durante el mes de septiembre, por ejemplo, cada día que pasa hay 6 minutos menos de sol. Esto significa que si te quedas 15 días en la isla, entre tu primer y último día hay una diferencia de hora y media de luz. Son unas diferencias que obligan a trabajar mucho con estas particularidades. Finales de Junio, en cambio, significa poder disfrutar de sol 24 horas non-stop. Aunque en realidad, al sur, siempre toca el horizonte. El sol de medianoche se esconde en la línea del horizonte, inunda el espacio con un cielo amarillento y místico y te deja ensimismado en unos minutos de inquietante magia colorida.
Viajar en septiembre también es sinónimo de verde esperanza, de verde aurora. Tras casi una semana por la isla (y dos días de continuada lluvia) llegamos a Höfn, uno de los puertos más importantes. Es uno de los puntos donde puedes echar la vista atrás y contemplar toda la llanura que acabas de recorrer. A su paso habrás dejado toda una zona de ceniza volcánica depositada por la lluvia; habrás admirado unos icebergs flotantes que juegan a hacer composiciones con la arena volcánica; habrás visto cascadas de dimensiones abrumadoras. Sentirás en ese momento estar en un puerto que te abraza, que te dice que estás protegido y que puedes descansar. Saldrás a contemplar las estrellas en la más quieta de las noches y, sin esperarlo, Aurora volverá a anunciar el amanecer con las lágrimas que derrama cada noche.
Este barco se esconde en los fiordos del oeste de Islandia, también conocido como los Westfjords. En nuestro viaje a Islandia lo encontramos y te lo contamos.
Höfn fue nuestro abrigo y asombro en septiembre de 2012. Tal como Ísafjörður lo fue en el norte en junio de 2011. La capital de los fiordos del oeste apenas cuenta con 2600 habitantes. La noche pasa tranquila, normalmente sumida en nieblas que ocultas las cimas de elevaciones caprichosas de la naturaleza. La niebla elimina las referencias que siempre necesitamos, mientras los sonidos de la fauna nocturna hacen que entiendas por qué lo místico de sus sagas no hay que ponerlo en duda. Seguramente, si muchos de nosotros tuviésemos la posibilidad de vivir allí una temporada, las haríamos nuestras. Mi fascinación con esta diminuta capital es tal, que ha sido mi elegida para la primera exposición fotográfica de Barcelona Travel Bloggers.
Islandia es ese destino que tiene esa cualidad desconocida de ponerte los pelos de punta. De producir escalofríos cada vez que piensas en ella. Islandia recorre tus sentidos y se apodera de tu fibra más sensible. Hace cinco años que descubrí este país y no ha sido hasta ahora que me he atrevido a escribir un primer artículo… y es que Islandia impone, abruma y todo lo que podamos decir sobre ella será poco e injusto con su grandiosidad. Islandia es para guardar en la retina.
Podrás leer más sobre mis viajes en De Pronto A Bordo: un espacio para viajeros espontáneos.
Author: David Lopez
Website: http://www.deprontoabordo.com