Pirámides
Desde pequeña he sido una apasionada de las pirámides y de todos los misterios y las leyendas que giran a su alrededor. No sé si achacarlo a una remota clase de geometría que me marcase, o más bien a los efectos embaucadores de alguna antigua película Made in Hollywood. La cuestión es que esa pasión me ha marcado en mi vida viajera, y siempre que he podido visitar alguna de las muchas que hay repartidas por el mundo, allí que me he ido. La verdad es que todavía me quedan muchas, especialmente en el continente americano, pero de momento el gusanillo curioso lo he podido ir alimentando en varias ocasiones.
Teotihuacán
Dentro de la fantástica muestra de pirámides precolombinas (incas, mayas y aztecas) que hay repartidas por diferentes lugares de América, en 1987 tuve el placer de poder estrenarme visitando las de Teotihuacán. Y creo que por ser las primeras, son de las que guardo un recuerdo más impresionante, especialmente porque ese mismo año fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad. Realmente indescriptible la sensación que tienes al entrar en ese antiguo lugar sagrado de los aztecas.
Teotihuacán o “el lugar donde fueron hechos los dioses” en lengua náhuatl, está a 45 km de la capital mexicana y fue una de las mayores ciudades de la época prehispánica. El recinto arqueológico conserva diferentes construcciones, entre las que destacan la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna. Ambas sencillamente impresionantes, tanto vistas desde la base como si asciendes a lo más alto de la cúspide superior.
A la cima de la Pirámide del Sol se puede llegar ascendiendo a través de una empinada escalera de 230 escalones, que parece que nunca va a acabar, y que está directamente relacionada con la simbología de la construcción. Inicialmente contaba con 260 escalones, repartidos en cinco tramos (cinco soles o eras) de 52 peldaños cada uno, numerología directamente relacionada con la cosmogonía azteca. En la parte superior únicamente se conserva una plataforma cuadrada de suelo irregular donde explican que hubo un templo y la estatua de un ídolo.
Saqqara
Saqqara está situada junto a la ciudad de Menfis, al sur de El Cairo, y su monumento más conocido es su Pirámide escalonada de Djoser, aunque más que una pirámide en el sentido estricto de la palabra, es una superposición de mastabas de más grandes a más pequeñas, lo que le da ese aspecto escalonado.
Realmente curiosa, por inesperada. [Vale la pena explicar –por si alguien no había oído hablar de ellas- que las mastabas son construcciones rectangulares de muros inclinados, parecidas a la base de una pirámide sin vértice, donde se enterraban los altos dignatarios egipcios, nunca faraones]. Por ello se cree que la pirámide escalonada no tiene carácter real, como la mayoría de las que se encuentran por Egipto.
Guiza
Al-Ğīzah, Giza, Gizah… es una ciudad situada a veinte kilómetros al sudoeste de El Cairo, integrada en su área metropolitana. Es el lugar que todo turista que viaja a Egipto por primera vez sueña con visitar, y donde Napoleón pasó unas de sus noches durante su viaje a Egipto, concretamente en el interior de una de sus pirámides más famosas: la de Keops. El ambiente nebuloso que produce la misma arena del desierto suspendida en el aire con el bochorno del lugar, las envuelve en un halo misterioso a medida que te vas acercando a ellas.
A pesar de que la meseta de Guiza está repleta de sepulturas de todos tipos y condiciones, son las tres grandes pirámides las que la caracterizan. Keops, Kefrén y Micerino, cada una con nombre propio y cada una rodeada de su propia necrópolis, formada por tumbas y pirámides menores. Contruidas con bloques de piedra caliza y recubiertas con bloques pulidos de la misma piedra, en la actualidad solo se conserva una pequeña muestra en el vértice de la Pirámide de Kefrén.
A diferencia de las de Teotihuacán no se puede subir hacia el vértice pero sí que se puede visitar su interior, en mi caso, concretamente, el interior de la de Kefrén. Un interior que nada tiene que ver con las fantasías hollywoodienses de las películas de faraones. Un pasillo de escasa altura te conduce hacia una sala interior no apta para claustrofóbicos, donde el olor a humedad y el bochorno te acompañan durante todo el recorrido. Evidentemente tomar imágenes está estrictamente prohibido, pero siempre hay alguien que pasa del tema y puede escribir un post de lo más ilustrado.
Keops, también llamada la Gran Pirámide, es la más grande, la más antigua y está incluida entre las siete maravillas del mundo antiguo de las que, de hecho, es la única que se conserva. Kefrén es la segunda pirámide en tamaño aunque, debido a su situación respecto a la de Keops en un nivel más alto de la planicie, parece más alta. No obstante, la erosión que ha sufrido la de Keops en la cúspide la ha acabado convirtiendo realmente en más alta. Micerino (el nombre original egipcio es Menkaura) es la menor de las tres, y se conoce como la Pirámide Divina.
Güímar
Poco conocidas por los peninsulares, en las Islas Canarias también tenemos pirámides, concretamente las de Güímar, situadas en la costa sureste de la isla de Tenerife, en lo que se conoce como Parque Etnográfico.
Son relativamente modernas ya que datan del siglo XIX y su existencia no tiene nada que ver ni con dioses, ni con muertos, sino más bien con la explotación de la cochinilla (insecto que crece en las chumberas) y la necesidad de limpiar los campos de piedras para transformarlos de estériles a productivos. Las piedras que se recogían se colocaban en montículos en forma piramidal, de ahí su identificación con unas pirámides.
De todas formas, como cualquier pirámide, éstas también tienen su parte de misterio que las presupone como templos de adoración al sol, construidas por los guanches que habitaban la isla antes del descubrimiento de América, cosa que no se ha podido probar. No obstante, que el lugar esté orientado astronómicamente, y señale el lugar de la puesta del sol el día del solsticio de verano y el de la salida del sol en el solsticio de invierno mantiene vivo el mito.
Otras pirámides
Y a modo de conclusión, mencionar la Pirámide Cestia en Roma, tumba de un magistrado romano del siglo 12 a.d.C. y que está inspirada en las de los egipcios, aunque construida con ladrillo y recubierta de mármol. Y, entre las contemporáneas (que también tienen su qué), la Pirámide del Louvre, que se diseñó como acceso al museo parisino y que, a pesar de que la estructura está hecha con vidrio y aluminio principalmente (en lugar de piedra), tiene la misma inclinación que las que hay en Egipto.
Supongo que la vida todavía me permitirá alargar la lista de las que he visitado hasta el momento, cuyas venturas y desventuras te invito que sigas en la incipiente agenda de viaje de mi blog, Barcelona en horas de oficina.