Viajar sola fue una de las decisiones que más me hizo crecer como persona. Al principio, lo hice para arriesgarme y salir de mi zona de confort. Lo veía como un reto, y poco a poco, hice que ese reto fuera cada vez más grande: yendo más lejos y por más tiempo. Pero lo que empezó como una experiencia personal se convirtió también en una parte fundamental de mi desarrollo como blogger de viajes y creadora de contenido.
Hoy quiero contarte lo que he aprendido al viajar sola, creando contenido y, sobre todo, compartiéndolo. Porque sí, hay muchas fotos bonitas, pero también hay momentos de soledad, aprendizajes inesperados y autoconocimiento.
Viajar sola no significa estar sola todo el tiempo
Una de las primeras cosas que aprendí es que viajar sola te abre a conocer más personas. Estás más dispuesta a conversar, a pedir ayuda, a observar. Al viajar sola, mucha gente decide alojarse en hostales para poder conocer personas. No es mi caso, pero aun así, siento que viajando sola estoy más abierta a conocer a personas. Por ejemplo, me volví la fotógrafa oficial de las parejas y familias en el puente de Brooklyn durante mi último viaje. Al viajar sola, la gente tiene menos dudas en pedirme ayuda (y yo en pedirles una foto también).
Crear contenido sola te vuelve más creativa (y paciente) al viajar sola
Cuando no tienes a alguien que te grabe o te tome fotos, toca ser creativa: poner el teléfono en una piedra, usar el temporizador, repetir tomas… Pero eso también hace que te conectes mucho con el momento y que te vuelvas muy intencional con lo que compartes. Al viajar sola, suelo quedarme más tiempo en cada sitio visitado para poder tomar las fotos que quiera, evaluar el sitio, observar y simplemente tomarme un momento para disfrutarlo.
Compartir sin filtros conecta mucho más
En un mundo donde todo parece perfecto en redes, mostrarte tal cual eres no es tan fácil. Sin tener que compartir momentos personales, viajar sola me ayudó a conectar más con mi audiencia. Por mensaje privado, me escriben muchas personas que están viajando solas o quieren hacerlo. Es una manera de conectar, de poder compartir experiencias más personales y de apoyarnos, aun estando del otro lado del mundo.
Aprendí a cuidarme sin miedo al viajar sola
Viajar sola también me enseñó a confiar en mi intuición, a estar alerta (sin paranoia), a saber decir que no, a tomar decisiones sola.
Y sí, tener seguro de viaje, avisar a alguien dónde estoy, revisar cómo moverme de noche… todo eso también forma parte del viaje. No te hace menos aventurera, te hace más libre.
No necesito mostrar todo para vivirlo de verdad
Una de las cosas más valiosas que aprendí es que no todo momento necesita ser compartido. A veces, guardar una vista solo para mí, vivir una conversación sin grabarla o simplemente caminar sin el teléfono en la mano es parte del equilibrio. Porque antes que creadora de contenido, soy viajera. Y antes que viajera, soy persona.
Viajar sola me regaló muchas cosas: confianza, historias, aprendizajes… Pero sobre todo, me regaló una versión de mí que no conocía y que intento compartir, a mi manera, en mis diferentes redes.
Si estás pensando en hacer un viaje sola, hazlo. El camino puede dar miedo al principio, pero lo que descubres en él, contigo misma, vale cada paso.
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